CONDENADOS AL MOVIMIENTO

, par Alejandra Escobar

Un hueco en la ciudad además de generar rupturas en el ritmo vital de la ciudad, también generó fisuras en mi vida. Regresar a la rutina en Medellín fue más difícil de lo pensado, mi mirada se había convertido en un detector de actos poéticos ; focalizaba las diferentes posibilidades del entorno como potenciadores de creación, de acción no solo teatral sino de danza.

Cuando comencé la experiencia creía ser la única bailarina en el proyecto, sin embargo desde la primera temporada hasta ahora a pocas horas de partir a Francia, los cuerpos en la ciudad me han revelado que la danza abunda en los gestos y rutinas de cada individuo, en el cuerpo convertido voz de mis compañeros actores, en los transeúntes y habitantes que inevitablemente realizan micro danzas en sus acciones. Danza entonces aquel que acaricia, danza aquel detrás de un volante, danzan los cuerpos en la ciudad, danza la ciudad misma.

Estamos condenados al movimiento, y no somos conscientes de ello, solo hay que detenerse, mirar o escuchar, oler o palpar. Hay que darle consciencia a nuestros cuerpos móviles que nos llevan por las calles y los metros, ser consciente de nosotros y del otro ; aceptar la gentileza de la presencia total en relación a un hecho irrefutable, danzar de manera inconsciente.

6 meses después, rectifico que la pausa fue solo una excusa para agudizar la mirada, la pausa se resume en distancia. Me atrevo a decir entonces que continuo fragmentando mi cotidianidad, sin afligirme cuando el azar modifica mis transitares diarios en la ciudad, ya que este acontecer es inevitable en la pausa, pues percibo en las miradas, en mi mirada, la curiosidad e intriga frente a la investigación escénica en la ciudad, ahora, en este contexto europeo donde los personajes de Colombia entregan su realidad.